jueves, 24 de julio de 2008

Inutil... pero no tanto

Si alguien me preguntase qué es lo que pretendo con este blog, no sabría que decirle, pero sí podría dar algunos detalles de lo que no quiero.
No quiero caer en el tan usado últimamente, “humor femenino/feminista”.
Odio a las monologuistas aún más que a los monologuistas… tannnnn de moda en esta época.
De hecho y sin ganas de ofender a nadie, no me gustan las mujeres humoristas.
Considero que muy pocas son buenas, y no son los exponentes que mas abundan.
Por lo general con tal de hacer reír la mujer cae en trucos burdos, grotescos, masculinos, y a veces (y cada vez más) en lo escatológico.
Se revuelcan en el piso, ponen voces patéticas o imitan a los hombres, lisa y llanamente. Por supuesto que tenemos a las que copian las formulas ya hechas y copian a antiguas actrices cómicas, pero sin buenos resultados.
Quizás todo seria mejor si no se cayera en los clichés de siempre.
Si en realidad usaran su gracia natural, femenina, sutil. (No hay nada que me caiga peor que una mina se revuelque en el piso para hacerse la graciosa o hable con la boquita de costado y se haga la que es un mecánico o camionero.)
Otro de los tips de las humoristas es el de ridiculizarse. Pero MAL. Haciendo un circo de sus rollos, celulitis, incapacidades, sexualidad y sí… otra vez… hasta de temas íntimos y escatológicos…
Pero antes de seguir quejándome (que cualquiera podría creer que de eso se trata mi blog, de una joven/vieja quejona quejándose) voy a explayarme en lo que realmente les quería contar.
Primero aclaremos: NO quiero hacerme la graciosa con esto y lamento tener que usar otra vez un tema tan usado como la inutilidad femenina para desempeñarse en tareas sencillas.
Estoy en mis últimas semanas de embarazo y el niño decidió que quería llegar al mundo de culo, así que voy a disfrutar de una nueva cesárea, pero mientras estoy gozando de unos días de reposo, porque la verdad es que me DUELE hasta el ALMA.
(A ver que guapo se anima, con un metro y medio de estatura a tener un crío adentro, cabeceándole las costillas y pateándole el pubis).
Lamentablemente, quien se tiene que encargar de los quehaceres domésticos es mi querido esposo, que se esta por recibir de santo, pero todavía tiene un par de materias pendientes…
Hoy, que me levante un poco mejor, no tan dolorida, y anoche pude dormir, me decidí a hacer yo misma todas las cosas que últimamente no estoy haciendo.
Lave los platos, arme las camas, cocine, lave los platos de nuevo, barrí el piso y puse el lavarropas. Eso no es nada, rutina en cualquier casa. Por supuesto que no me podía salir todo bien, así que el tan querido lavarropas (mi electrodoméstico preferido) tuvo una pequeña fuga y un riachito inundó parte de la cocina (no, en casa hay mil quinientas habitaciones, pero lavadero no le hicieron).
¿Qué hago ahora? Me pregunte casi llorando, porque Valentino ya estaba arriba del charco chapoteando y corriendo alrededor, cosa que hizo del riacho un océano.
Agarré el mopy (otro querido compañero, el lampazo) y me dispuse, con la poca energía que me quedaba a secar el agua que había brotado vaya uno a saber de donde.
Las marcas que quedaron en el piso encerado son notorias.
Todo el esfuerzo de mi querido esposo se vio empañado por unas marcas que hacían ver el piso de cemento gris alisado como un estampado de leopardo, pero en otros colores.
Me vi envuelta en un terror irrisorio, pero terror al fin.
Ante el más que posible, probable reproche de “¿qué le pasó al piso?” decidí pasar, con urgencia una maquina hasta entonces desconocida para mi que se llama “lustra-aspiradora”.
Decí que estaba en un lugar medio inaccesible y que tenía hacer demasiada fuerza para traerla hasta la cocina, entonces tenia la excusa perfecta para dejar todo como había quedado.
Pero fue en ese preciso momento en el que mil cosas pasaron por mi mente…
¿Cómo se usa la lustradora? ¿Tengo que volver a poner cera? ¿Por qué seré tan boluda?
Y eso desencadeno una especie de reflexión donde estas preguntas eran solo la punta del Iceberg.
No creo que haya cosas que, mientras el cuerpo aguante, que no se puedan hacer.
No voy a pretender cavar un pozo de 4 metros de profundidad, pero no por no saber usar la pala, sino por no tener la capacidad física para hacerlo. Así con todo.
Supongo que si meto la cabeza adentro del capot de un auto e investigo, más lo que me puedan enseñar, tranquilamente me puedo convertir en mecánica, pero ser ama de casa es otra cosa.
O por lo menos para mí.
Sí, soy una pelotuda, ya lo sé, y no lo digo con gracia, me avergüenza.
Algo que tendría que ser muy fácil es para mí más difícil de hacer bien que aprender a programar computadoras o pintar la capilla sixtina.
Por un lado la falta de interés no me ayuda y por otro la incapacidad de ver el todo.
Aquí va una lista de cosas que ignoraba por completo, y no miento:
*Telas de araña: hasta que no fueron realmente notorias, y Leandro me pego un plumerazo para que las vea, para mi eran parte del decorado.
*Blem: Supongo que ya debo haberme quejado de este producto. En mi casa nunca hubo y podía prescindir de él y su amiga la franela por completo.
*Mantel: Siempre use individuales (la mejor muestra de lo que es mi forma de ser).
*Tabla de planchar: Es lo más, pero siempre planche mis dos boludeces sobre una toalla arriba de la mesa.
*Apresto: La primera y última vez que lo había visto fue en la casa de mi abuela cuando me plancho mis delantales tableados de primer grado.
*panera: para mí un objeto exótico, casi un lujo.
Y muchas cosas más que no vienen al caso ni a mi mente.
Juro que no era sucia.
Cuando vivía solita, mi departamentito era pequeño y confortable. No demasiado ordenado, pero estaba bien.
No había telas de araña, porque las paredes eran de yeso (mi único vicio), no había limpia-hornos, porque casi no lo usaba, no existía el blem, porque no usaba más muebles que los imprescindibles y ni hablar de Plumero, objeto que siempre me dio cierto saquete.
Era feliz en mi mundo de laverrap, heladera vacía y pocos condimentos. Cubiertos todos diferentes, 3 tazas y un montón de cosas que poco tenían que ver entre sí.
Hasta que una conoce que hay horarios de comida, rutinas de limpieza, obligaciones aburridas y un sinfín de reglas molestas que hacen que otra vez me sienta niña y quiera irme a vivir sola, para vivir en mi propia y libre anarquía.
Imposible, imposible, imposible.
Así que vuelvo a la realidad, paso blem por la mesita ratona laqueada (!!!) para lavar culpas y sigo leyendo un libro.
Ahora que lo pienso, no soy tan boluda, soy turra. Nunca me gusto hacer lo que no me gusta (justamente). ¿Cómo es posible que aprenda a hacer cualquier cosa menos usar una lustradora….? No tengo vergüenza.
No, no tengo.
Al final no soy mas que una turra…
Me salió más barato que una sesión de psicoanálisis.
Catarsis… catarsis… catarsis…
Que turra che…
Ahora me siento mal, me voy a limpiar los baños con lavandina en gel, otra cosa nueva en mi vida.

1 comentario:

BellusNox dijo...

Guille, me llevaste de paseo por tu pesadilla, pero me resuenan más algunas cosas (evidentemente las de la infancia "minimalista" a nivel utensilios y productos, y las de vivir sola).
"Nunca me gustó hacer lo que no me gusta". GENIAL!!! Es así, es así, y no hay otra manera de decirlo.
En mi caso me pregunto si es rebeldía, pero a los 40 me resulta ya una absurda tozudez, sobre todo cuando en mi caso no tengo dos hermosuras salidas de mi vientre para cuidar y alimentar en todo sentido...
Te extraño Gui. Un besote.