sábado, 20 de junio de 2009

Hip...Hipo...Hipocresia

Mi hermana y su mamá le regalaron a Valentino un libro que está buenisimo.
Es como un block de caretas.
Es un circulo, donde cada hoja tiene dibujada la cara de un mounstro (todos diferentes) para pintar y arrancar del libro, ya viene con los orificios para los ojos, nariz y elastiquito que se sujeta a la cabeza del infante. Es genial.
Hoy mientras pintaba uno pensaba en lo divertido que sería levantarse cada mañana y poder ponerte una careta identificatoria.
Ejemplo:
Me levanto con un humor horrible, odiando el mundo y con ganas de destruir todo. Entonces me pongo una cara de cocodrilo, gorila, o tiburon, para que todos sepan que no tienen que acercarse porque es para quilombo.
En cambio, el día que me levanto sonriente y con ganas de abrirme al mundo me pongo una careta de Heidi, conejito o perrito, que son buena onda.
Cuando está todo bien pero estoy en la mia, la careta podría ser de rey de cartas de poker o un smile gigante, que no dice nada a la vida.
De esta forma evitariamos cosas indeseables, como por ejemplo la hipocresia, ya que de antemano el interlocutor va a estar enterado de mi estado de animo y no va a hacer falta que se de cuenta o que en el peor de los casos pregunte.
Tambien hay una variante, que es la del cartel en la puerta.
Aquí, en Capital nadie suele ir a la casa de nadie sin antes avisar, pero en el pueblo donde vivo la gente pasa y toca el timbre, lo que en más de una ocación significo quedarme encerrada en el baño por un largo rato, porque tocan el timbre, mi marido abré y es un amigo, y yo, en un estado calamitoso pego un salto olímpico y me encierro en el baño ( y termino bañandome para pasar el tiempo) para no ser vista en tan lamentable facha (porque suelo estar muy... como decirlo... crota). Así que ahora me visto de gala para estar en mi propia casa.
El cartel en la puerta puede decir:
"En este momento NO QUIERO atender/te/les/los/las"
"Vuelva más tarde, me estoy pegando una siestita"
"No joda, en esta casa hoy hay mala onda"
"Entre, hoy andamos aburridos"
"No se fía"
De esta forma uno no tiene que andar diciendo cosas que hagan sentir incomodo a nadie, porque ya antes de haber tocado el timbre están bajo aviso.
Anoche mismo debi recurrir a gafas de sol, de noche, detro de un local bolicheable, para no tener que ver la realidad. Me cegué, sólo veía lo que tenía más cerca, que no por casualidad era lo único que me interesaba ver. Los que me veían pensarían "que tarada, se hace la loca" pero como no los vi no me importa en absoluto.
No es que esté fobica, pero soy un poco boluda para andar disimulando y a veces me gustaría estar tapada con un velo como las musulmanas.
En fin... me voy antes de que se den cuenta de que ya estoy escribiendo cualquier cosa....
Pura improvisación, pero sin inspiración, pero con mucha sinceridad....
Gui-Jean.
p.d: no voy a corregir la ortografía, no voy a ser tan hipócrita.

martes, 16 de junio de 2009

Ha llegado el circo!!!

Hasta no hace mucho tiempo, cuando aparecía algún cartel de circo, mi padre, fanático de estos, nos arrastraba a toda la familia bajo la harapienta carpa y nos hacía pasar un rato mágico, aunque sea un instante, porque todos los circos tienen esa cosa extraña, mezcla de mística y tristeza que a uno lo lleva a querer ver que hay detrás del telón.
Vi varios circos.
Desde el gran "Circo de Moscú", un circo cinco estrellas, con osos en patines de hielo y un millón de personas en escena, hasta circos medio pelo, formados por familias nómades con amor por su profesión.
Pero nunca vi una cosa tan triste, patética y amarreta como el circo que llegó a mi pueblo hace algunas semanas.
Los altoparlantes saturados de la renoleta pulguienta lo anunciaban con bombos y platillos "GRAN CIRCO ATLAS". Prometía payasos, malabaristas, trapecistas, y hasta el famosísimo "Globo de la muerte".
El anuncio me pegó en el alma, quizá la nostalgia del tiempo pasado, tener a papá lejos, o el simple hecho de transmitirle a mi hijo ese amor por las cosas artísticas, aunque de payasos se tratase ( es de público conocimiento mi odio-terror a los payasos).
Me preparé para darle la noticia.
Era una cita con mi muchacho de tres hermosos años y medio.
Nos vestimos bonitos para la ocasión, nos subimos al auto, donde le conté todo lo que iba a ver y nos dirigimos a la dirección anunciada.
Ya algo raro había.
Como me niego a aprender a estacionar, porque ya asumí que no quiero hacerlo, busque un lugar cercano, pero que quedara entre dos garages, así no me vería obligada a hacer maniobras para salir, pero a pesar de que la función empezaba en unos 15 minutos conseguí un lugar muy cómodo, casi enfrente del lugar en cuestión.
Al llegar entendí que no iba a haber carpa, que el evento sería en el salón de actos, o cancha de basquet, no sé, del club Companía, que encima es el club rival del nuestro, Defensores.
La sonrisa no aflojó.
Valentino intentaba conseguir algún compinche, mientras yo me emocionaba por verlo tan grande y por compartir con él semejante momento.
Finalmente abrieron la puerta y un señor con camisa celeste nos hizo ingresar.
Que desilución!
No solo no había carpa, tampoco había telón alguno, ni ambientación, ni luces, ni nada que se pareciera a un circo.
La sonrisa de niño que no entiende nada que tenía Valen me hizo distraer un rato.
Abrimos las proviciones, nos comimos unos confites y esperamos a que comience la función.
Derepente mi horrible sospecha se convirtió en un hecho... la función había empezado y nunca apagaron la luz color blanco tubo del gimnasio devenido en platea de circo.
Los parlantes, baqueteados, ruidosos, auyaban canciones horribles, mientras el malabarista aburría y fallaba una y otra vez.
En eso aparece otra vez el señor de camisa celeste, pero esta vez no cortaría entradas, se subira a sillas y hará un número de equilibrismo. Admirable, teniendo en cuenta la poca seguridad con la que contaba.
Ahora sí!
Han llegado los payasos.
Graciosos, si le pone uno un poco de onda.
Las sillas de plástico no ayudan mucho, pero a pesar de estar vestidos con chombas de colores que yo misma le regalaría mi marido para el día del padre, y unos pantalónes comunes, lograron sacarnos algunas sonrisas y algunas risas fingidas.
Sin apagar las luces apareció una chica bonita, en bombacha cola-less y copiño que se subió a un aro y bailó muy sexy, a los padres presentes les gusto mucho, a mi me llamo la atención lo bien depilado que tenía el cavado. Lo triste fue cuando en el enrtetiempo vi a la joven mujer dandole la teta a un bebé de pocos meses y llamando a otro que apena caminaba, desde la última fila.
Como recompenza a tanto mal gusto, llegó una trapecista preciosa, que hizo piruetas, bailó en una tela y pronto, en una hora más o menos el espectáculo llegaba a su momento clave.
Por Fin, la bola de metal ( que no era tan grande como la real, que tuve la dicha de verla años atrás) sería el centro de atracción.
Un par de hombres gordos,con un cigarrillo colgando en la boca, y cara de pocos amigos fueron los asistentes del show. Sin ánimo de esconderse los señores prepararon todo para el gran número. (Digno de un capítulo de los Simpsons).
Luego de ser anunciados por el presentador (una voz en off, que no era menos que la del vendedor de panchos) aparecieron los motociclistas, y con ellos una nueva decepción.
Si bien yo no podría hacerlo, que le llamen "el globo de la muerte" a una bola de metal con dos motitos adentro me parece un poco exagerado. No eran ciclomotores, pero eran motitos como para una persona de mi estatura (que no pasa el metro sesenta).
Ruido, humo y olor a combustible quemado.
Valen estaba contento. Y yo también.
Salimos mal en la foto, esa que antes te daban en un conito de plástico y ahora te dan en un llavero de esos de acrílico transparente. Él miraba para cualquier lado, yo mandaba un mensaje de texto, justamente quejandome del "circo". Sino la hubiese comprado, porque a pesar de todo fue la primera vez que fuimos al circo juntos.
Quizas, si hubiesen apagado las luces me hubiese dejado llevar y dejado salir esa lagrimita de emoción que me da cada vez que veo como mi hijo descubre el mundo.
Ya habrá otros circos, con carpa, colores, payasos y globos de la muerte-muerte. Mientras, no dejo pasar la ocación para salir a mirar el mundo a través de esos ojotes nuevos, ávidos de experiencias, de cosas nuevas.
Porque después de todo eso es lo importante, vivir.

g.-

Campichuelo

Esperen que ordeno la ensalada que tengo en la cabeza....
A ver...
sí, sí... acá vamos.
Que lindo es ver que las cosas por algo son y que gracias a Dios son así.
Tengo muchas cosas para contar y voy a tratar de ser lo más ordenada posible para no marear a nadie, pues no quiero tener ningún juicio por enloquecer a la gente.
Que lindo.
Que lindo el campo.
Que lindo es juntar calabazas en el campo.
Que lindo, que lindo.
No hay nada mas lindo que la luz roja que tiñe el campo a la tarde.
Que lindo pisar el pasto mojado por el rocio a la mañana.
Que lindo el fuego en el hogar.
Que lindos los árboles....
y que lindo el asadito con vino a la noche.
Ojo, tambien puede ser algo rico hecho al disco... digamos que no me voy a poner en exquicita.
Hasta hace poco pensar en quedarme en el medio de la nada, aunque fuera una noche me producía un temor casi paralizante.
Se ve que en algún momento me convertí en una persona con miedo a la oscuridad.
y no me hago la canchera.... no camino en el medio del campo de noche, sola NIIIIIII loca, pero puedo decir que ya no estoy pensando "qué habrá allá afuera??? Cuándo llegan los extraterrestres???".
Ahora disfruto, ya no me concentro en lo malo.
Me caliento como un gato al lado del fueguito, recolecto los frutos de los árboles y me meto en pastizales a juntar los zapallos que nadie se preocupa en recojer.
Miro por las ventanas para fuera, solo para no ver nada, para ver la misma oscuridad a la cual de a poco le estoy ganando.
Y me la banco CARAJO!
Sé que los peligros acechan, pero ya no estoy pensando en eso.
Y es tan lindo.
En el campo y en todo lo demas...
Cuando uno pone la energía en donde va, los fantasmas poco a poco desaparecen.
Ahora estoy esperando la primavera.
En casa tengo un rosal que está por estallar y unas enredaderas que siempre estan vestidas para matar, llenas de flores de colores que se nutren del frío invernal que a mi me transforma en una viejita.
Igual el tiempo pasa.
Pronto va a llegar la primavera y me va a regalar mis propios frutos, y tendré mi huerta, y quizás alguna gallina, porque el chancho es medio sucio para tenerlo en el parque.
En fin...
Quién iba a decir que me iba a gustar tanto ser campesina... y con tooooooodo lo que me falta por aprender...

taluego!