Por las revueltas, o revolcadas de la vida, hace muchos años, cuando yo tenía más o menos cinco años, nos mudamos a "La Reja", en el 
conurbano bonaerense, para ser más específica, ahí, en el lejano Oeste.
De vivir en Parque Patricios, un lugar al que recuerdo con un cariño 
enorrrrrrrme, lleno de amigos y gente buena, de tardes y tardes y tardes en la vereda, de mi amiga María, de su familia tan linda, del cine de la vuelta donde veíamos muchas películas, de la biblioteca infantil en el parque, pasamos a vivir en un lugar para mi en ese entonces extraño.
Zona de quintas y 
casitas muy humildes (como la que vivía yo) y un mundo de vecinos diferentes (así lo veía yo) a nosotros.
Con el tiempo mis padres fueron 
haciendose muy poquitos, pero algunos amigos. Mi hermano y yo nos 
aburríamos bastante porque niños casi casi que no había.
Mis compañeros del 
preescolar fueron una pesadilla, realmente la pasaba mal ahí. Y en cuanto a 1º y 2º grado que también hice en La Reja poco me acuerdo, salvo de alguna 
compañerita, de un par de nenes, de cuando nos llevaron al cine a ver "La Bella y la Bestia" y de mi Señorita 
Elizabeth que era preciosa. El recuerdo horrible de una nena que se llamaba Aurora que en un par de oportunidades me lanzó su 
venenito (seguramente 
traído de casa) 
diciendome que yo no tomaba el mate cosido (cosa que todavía no tomo porque NO-ME-
GUS-
TA) porque en mi casa seguro
 había "
nescuic" (mentira, si seguro que yo era más pobre que ella) y cuando una vez me soltó un "a vos seguro te tiñen y te 
ponés lentes de contacto azules". Cosa que hizo que me  preguntara qué sería un "lente de contacto", después papá y mamá me explicaron, pero el 
venenito ya me lo habían suministrado. 
Ahhhh, sí, sí, yo también he sufrido la discriminación.
También ahí, en la escuela nº7, le pegué a una 
compañerita. Fue la única vez, lo juro, pero realmente me tenía podrida. Pobre Pamela, ojalá me perdones, si es que te 
acordás. Le pegué con un 
ratoncito que tenía, no era problema porque era 
acolchonadito, pero le di el golpe en la cabeza sin medir que adentro, el 
animalito tenía uno de esos 
tachitos que cuando das vuelta al 
muñecho hace "
ñaaaaaaaaaaaaaaa" (llanto de bebé) y le dolió.
Igual me estoy yendo por las ramas.
El tema es que en La Reja no tenía 
amiguitos.
A veces  jugaba con la nena de al lado, pero por lo general estaba en casa y jugaba con mi hermano, que tiene año y medio menos que yo.
No sé como 
fue, pero sin darme cuenta con el tiempo me hice muy amiga de 
Miguelina.
Miguelina era una Señora 
Ucraniana que vivía en la esquina, enfrente de mi casa.
Era lo suficiente mayor como para ser mi abuela (tampoco era muy vieja), pero yo no la consideraba así, para mi 
Miguelina era mi amiga.
Era una mujer alta, rubia, con labios finitos que siempre se pintaba con esos 
lápices de labios que no importaba el color que tuvieran por fuera, en los labios siempre quedaba rosa fuerte.
Hablaba raro y tenía un perro que se llamaba "
lobito", y lo decía tan gracioso que daba gusto escucharla repetirle al perro 
allllto y flaco que se escapaba a dar una vuelta "
lobito, 
lobito lobito, 
veni para acá".
La casa de 
Miguelina era chiquita, casi un cubo en una esquina, 
detrás de una ligustrina prolija que dividía al mundo común de su jardín 
lleno de flores.
Ojalá pudieran verlo con mis ojos, pero ese jardín era precioso. Tenía todo tipo de plantas con flores, todas de colores, de muchos colores diferentes. Era como una 
selvita en flor que yo la ayudaba a regar.
Sacábamos agua fría de la bomba, que 
bombeabamos y 
regabamos las plantas, 
Miguelina me decía cuales regar y me explicaba y enseñaba cosas que ya no me acuerdo, pero que seguro sé.
Pasaba tardes enteras con ella. En verano en la pileta, en invierno adentro de la casa.
Ella preparaba un budín 
riquísimo y 
charlabamos, vaya uno a saber de qué, porque... de qué pueden hablar una señora mayor y una nena de 5, 6 años, pero no importaba, 
pasábamos las tardes juntas.
Ella 
cocía, yo la miraba. Ella cocinaba, yo miraba. A veces me peinaba, porque yo tenía el pelo largo. Y hasta me había enseñado a pedir la leche en 
Ucraniano, que obviamente no se la pedía  por vergüenza, pero lo sabía decir. Ahora ya me lo olvidé.
Años y años y años pasaron.
Hace 
muchísimo que no veo a 
Miguelina, solamente tengo un recuerdo grandote de ella. es como un capítulo de mi biografía. No sé bien qué habré aprendido de ella porque ya no me acuerdo muchas cosas pero siento que 
Miguelina fue parte de mi formación.
Que hoy, 
viéndolo desde lejos y 
poniéndole una cuota de fantasía  la veo como un hada buena en su jardín de flores, el color en un mundo gris que era para mi La Reja.
Y es extraño, pero si buceo profundo en mi alma encuentro eso. Porque el recuerdo es difuso, pero tengo muchos recuerdos con ella y en todos la veo como una mujer que ante todo quería que yo fuera una señorita, que me enseñaba a ser una señorita. Una institutriz 
ucraniana.
La recuerdo con mucho cariño y si alguna vez la vuelvo a ver, espero que sea con el pelo atado y una cinta de 
razo adornándome la trenza, que seguro le va a gustar.