jueves, 23 de octubre de 2008

Religión

Tuve un ataque de religiosidad.
Quise ir a la iglesia a rezar un poco, pero al pisar el umbral me recorrió algo frío por la espalda y retrocedí.
Hice como si me sonara el celular, por si alguien me estaba mirando, inventé una llamada y salí caminando para otro lado.
No es cosa nueva mi temor a las iglesias.
La historia viene de lejos.
Si mal no recuerdo yo tendría alrededor de 3 años cuando fui con mi mamá a una iglesia que había cerca de casa, sobre la Av. Caseros, en Parque Patricios.
Estaba oscuro y los santos tristes ya no me gustaban nada. Pero lo peor estaba por venir.
Ahí, yacía inerte en un cofre de vidrio un muchacho pelilargo, sanguinolento y con una expresión de dolor que me marcó para siempre.
Los dientes se asomaban entre unos labios marrones, semiabiertos.
Unas rosas de plástico decoraban el féretro.
Me aterré.
No me acuerdo qué hice en ese momento, pero la imagen es tan clara que si cierro los ojos la veo nítida, como si fuera hoy, veinte años después.
No entro a iglesias por lo general. Me abruman, es como si entrara en un agujero negro donde solo escucho murmullos, en un profundo silencio. Algo muy extraño. A veces voy a las que tienen mucha luz, o las que son nuevas.
Me gusta ir, y me encantaría poder entrar a todas, más que nada por la arquitectura.
Hace algún tiempo intente pasar por atrás del altar de la basílica de Lujan.
Para los que nunca fueron les cuento que hay como un pasadizo por donde se sube por unas escaleras y se ve a la virgen que es movible, cuando dan misa mira para la entrada de la basílica y cuando no esta mirando para atrás del altar y la gente puede pasar a verla.
Custodiando las escaleras que llevan a la virgen hay unos Ángeles tamaño humano que te miran con cara de “guarda que te estamos mirando” No me atreví a pasar por delante de esos ojos de piedra que siempre, pero siempre te están mirando fijo, pero una horda de creyentes me fue empujando y termine cartas del altar, con muy poco valor y mucho cagazo, viendo miles de plaquitas con nombre de gente que ya debe estar muerta. No sé como hice, pero me fui rápido, esquivando tanta oscuridad.
Si Dios me quiere me va a entender. A mi la oscuridad y la tristeza, y la sangre, y la culpa no me gustan.
Para contribuir con mi terror a los iconos del cristianismo un día, mientras esperaba a una amiga en retiro pasó un chico y se paro adelante mío y me dijo “te puedo dejar algo para que leas?” Yo creí que se trataba de algo que él había escrito y acepte. Llegué a leerlo antes de que llegara mi amiga.
Eran los secretos de Fátima o algo de eso.
Si me daban un libro de Stephen King me hubiese dado menos miedo.
Leí en tres hojas amenazas tan horribles que me quedé afligida por días.
En resumen contaba algo así como que esta por venir el fin del mundo y que va a ser horrible, que se va a hacer de noche y que no hay que mirar por las ventanas porque van a pasar cosas terribles afuera y que los no creyentes van a ser comidos por los demonios y que hay que tener agua vendita y velas en las casa y que se yo cuantas cosas horribles más que por suerte ya me olvide.
Eso me hizo peor.
Lejos de reconciliarme con la religión que eligieron mis padres para bautizarme, huí de ella con un terror ciego.
Ya no pienso en eso.
Soy una persona miedosa, es verdad, pero no tengo miedo de lo que no me ofrece una amenaza. Si lo pensamos objetivamente es todo un delirio milenario.
Si todo esto no existiera y yo vengo y te cuento que un tipo con ideas locas, que decía que era hijo del creador del mundo, un ser superior que nadie puede ver, lo crucificaron, se murió, volvió a la vida y de ahí en más unas cantidad de reglas extrañas y bastante antinaturales me creerían una loca perdida.
Es como si viniera y te contara la mitología de Tolkien como real, no lo creería nadie.
No sé, estoy confundida. No es que no crea en Dios, es que la religión me parece algo extraño…
No quiero ofender a nadie. Realmente respeto todas las religiones, menos esas que sacrifican chicos y animales, pero tengo mis dudas, sobre todo en la forma de encarar las cosas.
Otras religiones se basan en la belleza o en nada, queeeeee sé yo…
Capaz que si a Cristo le ponemos unos jeans pata de elefante, lo limpiamos un poquito y en vez de corona de espinas le ponemos unas flores pasaría por un lindo hippie y sería más agradable escuchar su palabra, sobre todo si no amenaza tanto con cosas horribles.

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