viernes, 5 de marzo de 2010

Aclaración

Quiero decirles que ni en facebook, ni en tuiter (ayyy esha!) ni en mi blog hago referencia a los terribles momentos que están pasando nuestros compañeros de planeta de Haití, Chile, Taiwan, etc. Porque:

Me siento una mierda si sentada en la comodidad de un hogar, teniendo la certeza que mal o bien mis hijos van a tener que comer y beber cuando lo necesite, y gozando de un excelente estado de salud yo y casi toda mi familia, me hago fan de "Vamos Chile que yo te re banco" o lo que es peor "YO ME SOLIDARIZO con los hermanos Chilenos".
Que vergüenza sería si yo, que no muevo un pelo por llamar a la embajada o donde mierda sea que tenga que contactarme para colaborar, hago un click y dono 5 centavos (cinco centavos de qué moneda?) que no sé de dónde carajo salen y no se a dónde carajo van?.
Estaría tranquila?
Me sentiría que contribuyo a la causa, por sólo hacer un click con mi mouse burgués?.
Lavaría mi culpa?
Para qué demostrar que "YO SÍ PIENSO EN HAITÍ"?
A quién le estoy mostrando algo que no hago?
No sé si se entiende.
Siento una profundísima tristeza por todo lo que está pasando, seguro como vos, como éste y como aquél, osea, como cualquier persona que tiene sangre por las venas, porque es algo terrible, absolutamente triste. Pero como no soy capaz de ayudar, de hacer nada me callo la boca y no saco una bandera de mi "solidarización virtual".
Los desastres naturales son lo opuesto a la virtualidad, es pura realidad.
Y una realidad terrible, absolutamente dolorosa, que le pasa a otros y que yo como par tengo que llevar con respeto, colaborar y en el caso de no poder hacerlo, rezar (en cualquier religión que crea, que va a servir) y guardar silencio, ser respetuoso, no como el periodista de telefe que está en Chile angustiando a personas que acaban de perderlo todo.
El tipo, mientras las familias hablan de esperanza, de salir adelante, de unión y solidaridad frente a la adversidad mas adversa, les tira un "¿y ustedes se quieren tirar de un puente no?" "¿usted se pregunta para que sobrevivio?""Es verdad que va a ser imposible salir de esta?".
Que hijo de puta! la gente que en la nada, no le queda otra que tirar para adelante y que ante el dolor de la perdida absoluta ve que tiene lo más valioso que es su vida y la de su familia, crea una sensación horrible, tiñe la pantalla de un amarillo patito-fluo.
Igual no culpo a nadie, respeto a todos mis amigos que deciden aunque sea desde la virtualidad ayudar a mantener la noticia de que en Haití (en su momento, porque ahora la noticia es Chile, aunque en Haití muerieron muchísimas personas y que ahora está en lo peor de la tragedia, que es el "día después"y es un país sin ningún tipo de recurso) y Chile pasan cosas horribles y que nuestros hermanos (que ojalá fuéramos hermanos siempre, no solo ante la tragedia, o cuando eligen a Bielsa el mejor DT de Chile) nos necesitan.
Yo hablo de mi, por mi y lo que yo mismita, mismisita siento.
Me da vergüenza decir que hago cuando en realidad no estoy haciendo nada.

Por favor, no se ofenda nadie, de verdad que no es contra nadie, repito, lo pienso sobre mi, no sobre los demás.
Mil besos y de todo corazón rezo por la recuperación de los países tan castigados en los últimos días.

Guillermina

jueves, 4 de marzo de 2010

Miguelina

Por las revueltas, o revolcadas de la vida, hace muchos años, cuando yo tenía más o menos cinco años, nos mudamos a "La Reja", en el conurbano bonaerense, para ser más específica, ahí, en el lejano Oeste.
De vivir en Parque Patricios, un lugar al que recuerdo con un cariño enorrrrrrrme, lleno de amigos y gente buena, de tardes y tardes y tardes en la vereda, de mi amiga María, de su familia tan linda, del cine de la vuelta donde veíamos muchas películas, de la biblioteca infantil en el parque, pasamos a vivir en un lugar para mi en ese entonces extraño.
Zona de quintas y casitas muy humildes (como la que vivía yo) y un mundo de vecinos diferentes (así lo veía yo) a nosotros.
Con el tiempo mis padres fueron haciendose muy poquitos, pero algunos amigos. Mi hermano y yo nos aburríamos bastante porque niños casi casi que no había.
Mis compañeros del preescolar fueron una pesadilla, realmente la pasaba mal ahí. Y en cuanto a 1º y 2º grado que también hice en La Reja poco me acuerdo, salvo de alguna compañerita, de un par de nenes, de cuando nos llevaron al cine a ver "La Bella y la Bestia" y de mi Señorita Elizabeth que era preciosa. El recuerdo horrible de una nena que se llamaba Aurora que en un par de oportunidades me lanzó su venenito (seguramente traído de casa) diciendome que yo no tomaba el mate cosido (cosa que todavía no tomo porque NO-ME-GUS-TA) porque en mi casa seguro había "nescuic" (mentira, si seguro que yo era más pobre que ella) y cuando una vez me soltó un "a vos seguro te tiñen y te ponés lentes de contacto azules". Cosa que hizo que me preguntara qué sería un "lente de contacto", después papá y mamá me explicaron, pero el venenito ya me lo habían suministrado. Ahhhh, sí, sí, yo también he sufrido la discriminación.
También ahí, en la escuela nº7, le pegué a una compañerita. Fue la única vez, lo juro, pero realmente me tenía podrida. Pobre Pamela, ojalá me perdones, si es que te acordás. Le pegué con un ratoncito que tenía, no era problema porque era acolchonadito, pero le di el golpe en la cabeza sin medir que adentro, el animalito tenía uno de esos tachitos que cuando das vuelta al muñecho hace "ñaaaaaaaaaaaaaaa" (llanto de bebé) y le dolió.
Igual me estoy yendo por las ramas.
El tema es que en La Reja no tenía amiguitos.
A veces jugaba con la nena de al lado, pero por lo general estaba en casa y jugaba con mi hermano, que tiene año y medio menos que yo.
No sé como fue, pero sin darme cuenta con el tiempo me hice muy amiga de Miguelina.
Miguelina era una Señora Ucraniana que vivía en la esquina, enfrente de mi casa.
Era lo suficiente mayor como para ser mi abuela (tampoco era muy vieja), pero yo no la consideraba así, para mi Miguelina era mi amiga.
Era una mujer alta, rubia, con labios finitos que siempre se pintaba con esos lápices de labios que no importaba el color que tuvieran por fuera, en los labios siempre quedaba rosa fuerte.
Hablaba raro y tenía un perro que se llamaba "lobito", y lo decía tan gracioso que daba gusto escucharla repetirle al perro allllto y flaco que se escapaba a dar una vuelta "lobito, lobito lobito, veni para acá".
La casa de Miguelina era chiquita, casi un cubo en una esquina, detrás de una ligustrina prolija que dividía al mundo común de su jardín lleno de flores.
Ojalá pudieran verlo con mis ojos, pero ese jardín era precioso. Tenía todo tipo de plantas con flores, todas de colores, de muchos colores diferentes. Era como una selvita en flor que yo la ayudaba a regar.
Sacábamos agua fría de la bomba, que bombeabamos y regabamos las plantas, Miguelina me decía cuales regar y me explicaba y enseñaba cosas que ya no me acuerdo, pero que seguro sé.
Pasaba tardes enteras con ella. En verano en la pileta, en invierno adentro de la casa.
Ella preparaba un budín riquísimo y charlabamos, vaya uno a saber de qué, porque... de qué pueden hablar una señora mayor y una nena de 5, 6 años, pero no importaba, pasábamos las tardes juntas.
Ella cocía, yo la miraba. Ella cocinaba, yo miraba. A veces me peinaba, porque yo tenía el pelo largo. Y hasta me había enseñado a pedir la leche en Ucraniano, que obviamente no se la pedía por vergüenza, pero lo sabía decir. Ahora ya me lo olvidé.
Años y años y años pasaron.
Hace muchísimo que no veo a Miguelina, solamente tengo un recuerdo grandote de ella. es como un capítulo de mi biografía. No sé bien qué habré aprendido de ella porque ya no me acuerdo muchas cosas pero siento que Miguelina fue parte de mi formación.
Que hoy, viéndolo desde lejos y poniéndole una cuota de fantasía la veo como un hada buena en su jardín de flores, el color en un mundo gris que era para mi La Reja.
Y es extraño, pero si buceo profundo en mi alma encuentro eso. Porque el recuerdo es difuso, pero tengo muchos recuerdos con ella y en todos la veo como una mujer que ante todo quería que yo fuera una señorita, que me enseñaba a ser una señorita. Una institutriz ucraniana.
La recuerdo con mucho cariño y si alguna vez la vuelvo a ver, espero que sea con el pelo atado y una cinta de razo adornándome la trenza, que seguro le va a gustar.